Un día un matrimonio nos visitó para que les hiciéramos una casa y nosotros nos inventamos tres. Debió ser por las ganas que teníamos… y es que llevábamos algún tiempo dando vueltas en nuestros sábados y ratos libres a temas de estructuras hiperrentables, organizaciones actualizadas de viviendas y acabados fabulosos. Aunque no fue ningún paseo, realizamos dos anteproyectos bien presupuestados en cuestión de días y un tercero algo más arriesgado orientado a la autoconstrucción.
Una vivienda de 290m2 que incluía una planta baja completa de 180m2 con un semisótano de 76 destinado a garaje y almacenamiento, y una primera planta con una superficie útil de algo menos de 40m2 para uso variado. Todo ello por algo más de 200.000€ y un precio de construcción que -como nos propusimos desde el principio- no superaba los 700€/m2.
El interés de esta vivienda reside en haber probado decenas de combinaciones hasta dar finalmente con una que resuelve todo lo que nos pedían. Y en consecuencia: el lujo… el verdadero lujo, ese “el Dorado” que no nos quitamos nunca de la cabeza y que aquí no aparece -afortunadamente- en detalles manidos, en falacias del decorador ni en pseudopoesía de revista.
Un mes más de trabajo y quedaría sublime. Otro mes más y nos hubiéramos tirado al barro, pero “las mejores obras se quedan en el papel” (A. Miranda, 1999).