El barrio de Gamonal, conocido en parte al haber vivido en esta ciudad casi quince años, está sufriendo estos días altercados de protesta contra el comienzo de las obras de excavación de la calle Vitoria. Este texto es sencillamente de opinión, escrito por nosotros después de haber leído y leído sobre el tema. Pese a que este problema no nos afecta directamente, no somos capaces de olvidar otros atropellos arquitectónicos como la Plaza de Oriente, Calle 30 o la calle Serrano aquí en Madrid u otros de tamaño e índole sociopolítica diferente como Taksim o Tahrir.
En nuestra web ya hemos explicado ‘qué no somos’. Con hambre y orgullo escribimos que no pensamos como muchos de nuestros colegas de profesión, los cuales nos preguntan espantados cómo es que no estamos de acuerdo con macro operaciones como Eurovegas o los Juegos Olímpicos. Los ven como grandes oportunidades de trabajo y en verdad que su optimismo es enorme pues, aunque el empleo en sí no recaiga directamente en ellos, sí lo hará sobre otros que dejarán el hueco libre. Por desgracia, nosotros estamos viendo otra realidad; una en la que mientras hay ingentes cantidades de dinero para este tipo de obras, nuestro patrimonio se desmorona, nuestras infraestructuras se deshacen y nuestros equipamientos se van quedando sin mantenimiento ni personal.
Para tales migajas, el precio que una ciudad tiene que pagar no es elevado, sino desproporcionado. La deuda que la ciudad de Madrid ha contraído hasta 2035, no sólo para pagar las obras sino para costear la gestión de la M-30, es de más de 7.000.000.000 de euros. Vemos a los vecinos de Gamonal manifestar su rabia en una ciudad como Burgos que nunca sale en las noticias y no nos parece tan lejano el día en que el Ayuntamiento de Ruiz Gallardón decidió ir para adelante con la M30 sin escuchar a nadie, ni al COAM, ni a las asociaciones de los barrios afectados, ni al Colegio de Ingenieros, ni a paisajistas, ni a contribuyentes, ni a pensadores. Fue algo similar a una familia de clase media pidiendo un crédito para un viaje orbital a la Luna.
[Panel de presentación de la propuesta ganadora y vídeo promocional del Ayuntamiento]
La ingobernable obra de la ‘Calle 30’ significa un gasto de entre 550 y 875 veces el bulevar de la calle Vitoria. La comparación es obtusa y de poca utilidad, lo verdaderamente importante es que el origen de ambas infraestructuras es exactamente el mismo: primero gastar; después y en el caso burgalés, ‘re-producir’ plazas de aparcamiento más que rentables. No se ganan, se sustituyen. El fin último es crear (sub)suelo para explotar. Pero uno de esos otros fines oscuros consecuencia de eliminar aparcamientos en superficie para meterlos bajo tierra es darnos la impresión de que sea cual sea el precio de este nuevo suelo, estará justificado. Se ha hecho una gran obra de ingeniería y urbanismo y hay que pagarla. Toda la ciudad participa, ganan de nuevo los mismos y el problema de la deuda queda para la siguiente generación: la gente joven que hoy no tiene coche y aunque mañana pueda permitirse uno, lo que no tendrá es dónde aparcarlo.
Desde el otro lado del telón las empresas y ciudadanos burgaleses que ahora tienen pero no mueven dinero por temor a la recesión, verán en estas plazas una buena inversión. Comprarán las plazas que ahora son de pago, pero públicas al fin y al cabo, y dentro de unos años los que ahora aparcan con dificultad:
- habrán terminado (o tal vez no…) de pagar una obra millonaria;
- seguirán pagando más aún si quieren meter el coche en algún sitio;
- la población aumentará y seguirá no habiendo plazas para todos.
La metáfora de ‘meter la mierda debajo de la alfombra’ nunca ha sido tan apropiada. La solución del tráfico nunca es ni será popular, pero lo que es seguro es que no se puede pretender llegar a ella de un plumazo, con un gesto total o con una idea aplastante. La ciudad debe crecer lentamente, sin retroceder, sin tropezar, curando sus heridas, de manera homogénea. Si puede existir el nombre de una ciudad, si podemos pronunciar la palabra Copenhague, Roma o Burgos, es porque toda ella responde y sirve a lo mismo y a los mismos por igual.
Estamos en 2014, en un tiempo presente que hace pocos años era un futuro impensable pero aún así, soñamos con esas calles, barrios o rincones centenarios que no ha hecho falta arreglar nunca. Será porque en su día las pensaron genios o porque otros genios supieron ir solucionando con perseverancia los problemas que la evolución urbana acarrea. Lo que no se haga así dificilmente formará ciudad y serán sencillamente guettos, satélites, urbanizaciones o -como los denominó Rem Koolhass en aquel librito estupendo- espeluznantes ‘no lugares’.
‘No lugares’ es precisamente lo que son estos aparcamientos subterráneos con el permiso de nuestros colegas ingenieros. Espacios inhumanos, sucios, axfixiantes, oscuros, lúgubres y carentes de identidad. Son las heces de nuestro modelo de ciudad, solamente comparables a los espacios que quedan sobre los cielos rasos o bajo las escaleras mecánicas. Un decoración entre naif y moderna como la de Teresa Sapey en el aparcamiento de Vázquez de Mella no es suficiente, y más aún cuando pasa el tiempo, se deslavan y empiezan las filtraciones. No son lugares como tal, puesto que esa palabra se destina a las personas. Son vacíos que en pequeñas dosis pueden sernos útiles, como lo son las bodegas o los trasteros; pero no se puede urbanizar a base de aparcamientos y menos aún, hacer ciudades dependientes de ellos. La urbe es una relación hipercompleja de edificios, infraestructuras y personas. Hipercompleja sí, pero regida por leyes tan sencillas como ésta: “Cuanto más nobles y bellas sean las partes, así de noble y bello será el conjunto”.
[vídeo de A. Martínez Barriuso comparando dos formas de acceder al centro de Burgos]
Hay muchas maneras de trazar, construir y mantener nuestras calles modernas y actuales, pero de todas ellas no estamos optando precisamente por las mejores. El tipo de ciudad en que vivimos no admite muchas alternativas, aunque éste no es un problema de Burgos o Madrid, de ciudades de millones de habitantes o pueblos en crecimiento. Es un problema económico, legal y cultural extensivo:
- el dinero es escaso;
- la ley no permite modelos alternativos;
- la ciudadanía no demanda modelos mejores porque el desconocimiento del alcance de nuestras posibilidades es muy muy grande.
Y cuando lo hace es con confusión, sin que se la escuche, in extremis y en circunstancias límite fácilmente confundibles con altercados noticiables y kaleborroka. Demasiadas imágenes de bengalas, fuegos y antidisturbios y pocas de las manifestaciones, menos aún de las propuestas del concurso y absolutamente nada de los constructores y empresarios que están detras de todo. Los medios de comunicación saben hacer bien su trabajo generando polémica para vender, más aún cuando sus dueños -como es este caso- tienen intereses crematísticos en que esta obra salga adelante.
Si se conociera más y mejor lo que el condenado Méndez Pozo llegó a perpetrar en los ochenta, si la fortuna de más de 20.000 millones de pesetas que llegó a ocultar no quedase tan lejana, y si el hecho de que fue una de sus empresas la que se llevó la adjudicación del proyecto no sonara a otro pelotazo más de los gobiernos del PP, podríamos calificar de tímidos y hasta de condescendientes a los vecinos de Gamonal.
Pero mientras escribimos este texto no dejamos de pensar: ¿quiénes somos nosotros para opinar sobre un tema que nos pilla a tanta distancia?. Nada más lejos de la realidad; este problema es endémico, no importa el nombre de la ciudad, ni el dialecto, ni el poder adquisitivo del municipio o de la ciudad. Opinamos sobre Gamonal como sobre la calle Serrano o el Carmel. El origen de todos los casos es el mismo y los que soportamos las cargas en todos los casos somos los mismos también. En el momento en que un modelo de operación urbana sale rentable, todos los alcaldes la quieren para la ciudad que creen que les pertenece.
¡Por eso Gamonal somos todos!.
Para terminar, un resumen de todas las imágenes que hemos visto:
Enviamos desde Madrid un saludo a nuestros amigos y a sus pequeñuelos, a los que esto les está pillando casi en el portal de su casa.