El arte es un objeto, una ilusión, un sueño, una imagen que se graba a fuego, una sensación bajo la piel o todo a la vez, da lo mismo. Todo eso puede cambiar en función de la compañía con la que se rumie dicho arte. Es diferente visitar un artefacto o instalación en compañía de un lunático, de un grupo de niños, de una madre o en soledad.
Este breve pasaje se lo dedicamos a David González, con el cual pudimos desentrañar alguno de los secretos de la instalación de la imagen: “Escrito en los cuerpos celestes”, una obra de Soledad Sevilla que se puede ver y recorrer en el Palacio de Cristal de El Retiro estos días y que es una adaptación formal de la instalación que esta misma autora realizó para Endesa en 2005.
Cuando ves un destello a lo lejos, cuando olisqueas lo interesante a muchos metros y fijas tu pupila en algo como si del mecanismo de seguimiento térmico de un misil se tratase, piensas en esas “scintilla divinitatis” (chispas de divinidad) que te pueden conmover y alegrar la semana, pero conforme te aproximas empiezas a atragantarte con gerundios, faltas de ortografía, celo, dudas metafísicas, muletillas y pegotes. Una vez traspasada la única puerta practicable -de las seis que existen- aparece ante uno el brazo corto basilical de una pseudoestructura ligera. Está construida con tubo cuadrado de acero pintado de azul y paneles de policarbonato coloreado y levita a 100 cm. exactos del suelo salvo por las 27 patas que el bastidor metálico saca cada cinco módulos de panel, excepto en las exedras que es de seis, en los lados cortos que es de cuatro o de dos si nos fijamos en esas “puertas” que tan elegantemente se abren en los extremos, y que creo que hubiera sido mejor no abrir. Poco orden, la verdad.
Un artista que recibe ese décimo de lotería que es una subvención o encargo del Ministerio de Cultura debería sentirse como César concibiendo el sitio de Alesia o como Palladio a punto de resolver la esquina de la Basílica de Vicenza. Es decir, más como un dios que como hombre o mujer. Cuando a través de la neblina que en otoño suele cubrir el parque por la tarde descubrimos una pompa azul que descansa como una gran presa dentro de la anaconda que es Palacio de Cristal, esperábamos ver algo mágico, una digestión de formas imposibles y materiales alucinantes, pero desgraciadamente no fue así.
Yo soñaba con ver al entrar un trabajo sobre termoplásticos y baños químicos más que perfectos que dieran a un trozo de goma barata la textura y el color de un fúnebre terciopelo transparente. Quise ver entre ese plástico una subestructura casi aleatoria y autoconstruida con el mismo material que se asemejara más al ala de un cóndor que a una caseta de la Feria de Abril. Me hubiera fascinado entrar en una pompa de jabón suave y añil como esas que hacen algunos punkis en los parques o las plazas (los cuales por cierto, saben más de pompas y membranas que cualquiera).
Si quiero pensar en vidrio, me impacta sin quererlo el sistema de pinzamientos tipo Gallaxy del Pabellón que consiguen introducir en su interior todos los tonos verdes y ocres de El Retiro y no en el extrados soldado de esta instalación, que nada tiene que ver con el panelado interior. Si hago que mi mente vea tornillos me fijo en la perfecta relación de las series roblonadas del perfil en T del bajoarco con la sucesión de pernos en forma de tallo de helecho que no sé aún para que sirven pero que encuentro bellísimos. Lo que sucede es que bajo la vista y no puedo apartarla de los nuevos tornillos de acero inoxidable, que ni siquiera son del mismo color que las placas. Éstas son unas redondas, otras cuadradas, otras rectangulares y otras cuadradas pero un poco más grandes. ¿Por qué?. ¿Por qué esta fiesta de tubo cuadrado, chapa redonda, refuerzo en L y atadillo con cable?. Este camino es algo así como una “escuela de frikis” en la que todos quieren destacar y ser intensos, pero cada uno solamente habla el torpe lenguaje de su propio ego.
Hace tiempo ya que, de vez en cuando, un duende irlandés hace que atrone esa obra de “arte total” que es la Novena en este estudio. Sabemos por los libros que en el año 1849 Richard Wagner la dirige en Dresde y la encumbra como himno a la caída del antiguo régimen en Europa, antes de auparla como himno a la Humanidad. Esa noche, tras finalizar el cuarto movimiento, Bakunin trepa al escenario y se lanza a los brazos de Wagner extasiado, electrizado y enfebrecido e intenta robar aquella partitura ya eterna como símbolo de la única cosa que en aquellos años merecía la pena salvar antes de que se consumiera aquel mundo caduco. No pedimos que de cada año el dinero del Ministerio de Cultura consiga destapar un genio universal. Ni siquiera que todos los artistas financiados con dinero público lleguen a terminar su “novena”. Solamente pedimos que al menos lo intenten.
Como nota al pie quería destacar otra instalación de esta autora que me ha llamado la atención en su página web: “Te regalo un bosque” se llama, y su descripción según dicha página es: “agrupación de 140 álamos de producción agrícola suspendidos en posición invertida”. Entonces me vienen a la cabeza dos preguntas.
La primera es si existe algún otro tipo de producción para plantar, cultivar y disponer finalmente de un álamo. “De producción agrícola” en este caso no es una redundancia. Quiere dar a entender no pasa nada por cortarlo después, que serán “árboles ecológicos” y que la conciencia no tiene por que removerse. Un doble significado bastante avieso que persigue un efecto parecido a lo que en otro tiempo pudieron significar las palabras “mujer” o “esclavo” en relación a la raza humana.
La segunda pregunta es si después de ver 140 álamos cortados a golpe de motosierra (según el video de la autora), colgados boca abajo y moviéndose con el pendular balanceo de los ahorcados, ¿no convendría haberlos dejado seguir viviendo en su “producción agrícola” antes de servir de atracción para algunos?. La poca cultura que tengo me ha permitido quedarme mudo ante cosas que bien pueden merecer el calificativo de arte o arte total. La instalación del Pabellón de Cristal entiendo que quiera o haya soñado serlo. Esta ejecución pública de álamos “de producción agrícola” estoy convencido de que no lo es. Y si me equivoco, es que las cosas van peor de lo que creía.