Todos nos hemos acabado enterando del escándalo mediático que produjo el inoportuno “batacazo” y la rotura de cadera de Juan Carlos de Borbón en una cacería en Botswana, justo el día del 81º aniversario de la República Española. Qué cosas…
La boa que se tragaba entero un elefante y que aparecía en las primeras páginas de esa metáfora que es El Principito, suponemos que sufriría hasta el extremo por el esfuerzo -como poco impresionante- que es engullir algo tan grande . Pero ni estamos dentro de la imaginación de un niño ni son los años 40 en los que se escribió este libro, sino los días del iPhone y la vulgaridad. Y asesinar un elefante hoy no requiere más energía que la necesaria para descender de un todoterreno y accionar un gatillo. Sin esfuerzo y sin gasto, ya que la factura la pagaremos entre todos nosotros, entre los cuales seguro que hay familias que ni siquiera han podido escaparse de vacaciones dada la dramática situación actual.
Este monarca que nos consuela en Nochebuena haciendo público su insomnio por mi situación y la del resto de jóvenes españoles se ha relajado demasiado a la hora de mantener ocultos los derroches que suponen sus excursiones y cacerías por numerosos países, éstas últimas por el continente africano. El precio de estos viajes de los que se van a cazar, según los datos más o menos parecidos que leemos en la prensa, ascienden al equivalente de 37.000 euros por una partida, 45.000 por una cacería completa y más de 65.000 si se cuentan los alojamientos de completo lujo y los viajes en jet privado. Esas son las tarifas de la muerte. Pero también las de la vida pues 65.000 euros podrían también ser 4 sueldos anuales de esos jóvenes que le quitan el sueño. 1460 días de producción, trabajo y una modesta felicidad a cambio de dos o tres disparando un rifle y abatiendo animales que otros le ponen delante para el ser sacrificados en aras del disfrute. Ten reyes para lo bueno y también para lo malo. Bien debía saber esto Lord Mountbatten, que con la caza, los barcos y el poder -y quizás no en ese orden-, compartía en gran medida aficiones con el actual rey de España.
Escucho en la radio si es necesaria una disculpa o un comentario. No lo creo pero, ¿qué más da ya?. Para lo único que va a servir es para afianzar que estos hechos no deberían salir a la luz. Que los ingentes gastos de la Corona no se conozcan, no sea que suceda algo. Que se sigan derrochando miles y miles de euros sí pero en silencio. Que se puedan seguir moviendo en la sombra enormes cantidades de dinero pero sin que se prodigue. Que como auténticos imbéciles asintamos al escuchar a este rey hablar “de justicia igual para todos” después de lo que ha ocurrido con las imputaciones de algunos cargos administrativos de la sociedades de miembros de su familia. Que pida disculpas, si. Pero no al pueblo, sino al elefante.
Para nada todos iguales ante la ley. Ya lo dijo el heredero -que no primogénito- del Rey cuando aquella súbdita que solamente quería ser ciudadana le planteó la posibilidad de un referéndum: “Tus deseos son contrarios a los míos”. La realidad que tenemos delante es una boa, pero a algunos les conviene que sigamos viendo el sombrero.