barcaza negrera irlandesa de 1786

Los esclavos del papel

Las palabras slave, esclavos, escravo o esclave en google nos devuelven muchas entradas e imágenes de las comunidades africanas llevadas a norteamérica por los “trades” europeos, especialmente británicos, irlandeses y en menor medida portugueses. Predecible. En comparación, se debe buscar mucho más a fondo si se quiere información sobre el tipo de esclavitud que las dinastías faraónicas o medas practicaban. Lo mismo se puede decir de Grecia o Roma, civilizaciones donde esta situación de sumisión llegó a albergar -si se me permite la expresión- capítulos de cierto interés. Será la proximidad histórica la que nos satura de información de un proceso que dura unos doscientos años dejando sin embargo al gigante romano relegado, pese a su milenio de hegemonía, en el cual los esclavos jugaron un papel mucho más importante. Pero si lo determinante es el tiempo que nos separa, y damos prioridad a lo más reciente, ¿qué ocurre con los esclavos del año 2011?.

¿Dónde aparecen los datos de las pesadillas, abusos y situaciones extremas que se estarán llevando a cabo mientras tecleo con cierto nerviosismo?. ¿Quiénes son los esclavos y quién el negrero tras el velo de un estado de bienestar, de una constitución y de un contrato laboral?.

La esclavitud solamente tiene un principio: que no haya forma de producción más barata. Si esto no se cumple, la esclavitud no hubiera tenido ni tendría sentido. Pese a su terrible situación, pese a que Varrón o Aristóteles los llamaban “instrumentos animados” , había casos en los que en Roma un esclavo podía vivir mejor que muchos ciudadanos libres de pocos recursos, siendo muchos de ellos muy bien valorados y cuidados, ya que podían llegar a dedicarse a la administración económica de una casa patricia, eran escribas, pensadores, archiveros o comerciantes. Su actividad y su vida estaba relegada a su señor, pero si éste sabía recompensar sus conocimientos y aptitudes, ambos salían ganando, amo y siervo. Había incluso un cierto honor entre ambos mundos. Hablamos de casos excepcionales en los que el conocimiento, la astucia y ciertas aptitudes eran la clave.

Hoy la esclavitud se llama tiranía laboral y de manera más eufemística “puesto interino” o “beca”, y esos casos excepcionales no existen porque el conocimiento y las aptitudes no están valoradas como en otras épocas. Parece que la sociedad del bienestar y el ultraliberalismo los hacen injustificables.

En nuestra profesión este abuso legalizado está a la orden del día y suele venir de la mano de engaños, promesas y edulcoramiento de una sociedad y una situación que son irreales. Por toda la red y los distintos foros de actividades relacionadas con la arquitectura hay casos, anécdotas y datos de abusos, de arquitectos hiperpreparados que ejercen durante años de meros delinenantes, que trabajan por menos de 700 €. netos al mes, cuyo despido no cuesta un euro y que no aprenden absolutamente nada de la profesión, aunque precisamente éste haya sido el cebo que más les atrajo. Qué actitud más noble e idealista… arquitectos que están para todo -desde dibujar y modelar de modo taylorista, a dedicarse al papeleo administrativo y la publicidad web- pero cuyo currículum se mantendrá vacío con el tiempo. Y si no se les ha exprimido, se les ha encontrado un sustituto más barato: únicamente una de esas dos puertas es la siguiente a abrir.

Podría decirse que ésta es una “esclavitud tolerada”, ya que uno busca un trabajo, se encuentra con esto y lo acaba aceptando. Allá cada cual con su honor y su vergüenza. Pero estamos frente al enigma irresoluble: “si no lo acepto el siguiente lo hará” —dicen, y la roca vuelve a rodar montaña abajo.

Pero vamos a hablar de un abuso encubierto, desconocido incluso para muchos que lo sufren. Un tipo de esclavitud ladina, terrible y sin honor. En la misma Escuela Pública de Arquitectura de Madrid -una de las mejores del mundo, se oye por ahí- muchos alumnos trabajan para sus profesores a destajo y sin saberlo. Y no uno ni dos, sino grupos enteros de 40 o 50 universitarios que no solamente pagan su matrícula, sino que su trabajo va a parar a los negocios, estudios y empresas de sus profesores. ¿Cómo se puede hacer tal cosa sin que se conozca públicamente?. ¿Cómo se puede engañar a tanta gente, no solamente a los alumnos, sino al resto de profesores, a los departamentos, a la Jefatura de Estudios… a todos al fin y al cabo?. La mejor manera de explicarlo es con un ejemplo, nada menos que la experiencia que nos tocó vivir. Ojalá muchos puedan contar sus casos y hacer que estas escalofriantes historias salgan a la luz. La nuestra es la siguiente:

En febrero de 2004, la Junta de Castilla la Mancha convoca el concurso abierto de proyecto y obra de un colegio público 20+6 unidades en Talavera de la Reina, en Toledo cuya documentación y oferta técnica se entregarían durante el verano. Al comenzar el segundo cuatrimestre del curso 2003-2004 se abre la matrícula de Proyectos 8 en la unidad docente de “Bonet”, en la que hay estaban como profesores Gerardo Ayala y Gonzalo Moure, entre otros. Es conocido que el nivel de exigencia de esta unidad es muy bajo, pese a que estas dos personas son conocidos e interesantes arquitectos, que no buenos docentes, al menos en nuestra humilde opinión. En la clase de presentación del curso, se plantea un solo ejercicio a desarrollar en 4 meses: un colegio público 20+6 unidades en Talavera de la Reina, exactamente en el mismo emplazamiento que el real, con el mismo programa y las mismas condiciones.

Desde ese momento, todo un grupo de alumnos ilusionados, apasionados, ávidos de aprender y de manera inocente comienzan a buscar información sobre los mejores colegios, escuelas y centros educativos de Europa y América en el siglo XX. Dibujan, analizan, croquizan, sueñan y garabatean, van a corregir a las clases, pinchan sus trabajos en las paredes, corrigen sus proyectos tal y como les indican sus profesores… el curso va sobre ruedas. Pero de modo paralelo, con toda seguridad todo ese trabajo es aprovechado por estos dos individuos en sus estudios particulares o indirectamente en los de algún amigo. Si no es así, ¿qué sentido tiene plantear un tema de curso tan técnico, aburrido y poco edificante como éste?. O bien hay una elevada incompetencia docente, o bien un oscuro y abusivo interés tras este hecho para con los alumnos: nos decantamos por la última opción.

Una vez entren en contacto con una empresa constructora el concurso estará prácticamente hecho. Solamente tendrán que redibujar los proyectos de los alumnos que más se hayan aproximado, los cuales como recompensa recibirán un 8 o incluso un sobresaliente. Estos “esclavos” quizás nunca se lleguen a enterar de que su proyecto pudo ganar un concurso y generar miles de euros de beneficio para una empresa mercantil que no solamente no pagó por ese trabajo, sino que no pidió permiso ni a sus autores ni a la Universidad, y que está metida en ella como si de un virus troyano se tratase: sacando valiosa información, trabajo y beneficio de manera encubierta sin que (aparentemente) nadie lo sepa.

Ésta es una de las últimas fórmula de crear esclavos de este comienzo de siglo. Mano de obra que no solamente no cuesta, sino que además paga los sueldos de estos astutos profesores. Una Universidad que -a sabiendas o no- alberga esta actividad en sus aulas y unos organismos contratantes de cuya trayectoria y perversidad damos buena cuenta en alguno de nuestros posts. Para terminar lanzamos la siguiente pregunta: ¿existe algún modo de enriquecimiento más retorcido dentro de un estado que se jacta de abrumar con “derechos” a sus ciudadanos?.

En un taller de Preyectos de la ETSAM me encontré con un grupo de alumnos y alumnas absolutamente escandalizados porque el tema de su ejercicio era proyectar y diseñar un prostíbulo. Su indignación y descontento fue tan enorme que los profesores tuvieron que cambiar todo el programa. Ahora bien, a lo perpetrado en la historia de ataduras y esclavitud que acabamos de narrar nadie puso objeción alguna.

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